
Bogdán Cherniavski, Director Ejecutivo de la Fundación Ucraniano-Estadounidense para la Libertad.
Fuente: Correspondencia ABN
En mayo de 2025, la Federación Rusa seguía lidiando con profundas tensiones internas, condicionadas por su vasta y diversa composición étnica. Si bien el Kremlin promueve una narrativa de unidad nacional, bajo la superficie se esconde un panorama de marginación, represión cultural y resistencia entre grupos no rusos como chechenos, baskires, buriatos, yakutos y tártaros de Crimea. Estas comunidades exigen cada vez más autonomía, la preservación de su patrimonio cultural y, en algunos casos, la independencia. Este ensayo examina las raíces históricas, los desarrollos contemporáneos y las perspectivas futuras de la resistencia étnica en Rusia a través de una perspectiva comparativa que se basa en las políticas de China respecto a la nacionalidad en Xinjiang y el Tíbet. Desde esta perspectiva, se argumenta que la identidad étnica no solo persiste, sino que se utiliza cada vez más como arma frente al autoritarismo.
Contexto histórico: de la expansión imperial a la asimilación soviética
La identidad de Rusia como imperio siempre ha sido inseparable de su control sobre decenas de grupos étnicos diferentes. A partir del siglo XVI, el régimen zarista se expandió hacia el este y el sur mediante la conquista, incluyendo a los pueblos indígenas del Cáucaso, Siberia y Asia Central. La política de rusificación fue fundamental para esta expansión, suprimiendo a menudo las lenguas, religiones y costumbres nativas (Martin, 2001).
La Unión Soviética introdujo estructuras formales de reconocimiento étnico, como repúblicas titulares y derechos lingüísticos. Sin embargo, esta autonomía fue cuidadosamente controlada desde el centro. La represión estatal, incluyendo las deportaciones de tártaros de Crimea y chechenos durante la era estalinista, demostró la disposición del régimen a destruir a las comunidades consideradas desleales (Martin, 2001). Si bien el pluralismo institucional existía en teoría, operaba dentro de un sistema que valoraba la lealtad a Moscú por encima de todo.
La ventana postsoviética y el giro radical de Putin
El colapso de la Unión Soviética en 1991 abrió brevemente el espacio para el resurgimiento étnico. Regiones como Tartaristán y Baskortostán firmaron acuerdos de reparto de poder con el Kremlin, y la declaración de independencia de Chechenia desencadenó dos guerras brutales (Hughes, 2007). Esta era de experimentación federalista se derrumbó bajo el gobierno de Vladimir Putin.
Entre 2000 y 2020, Rusia centralizó el poder eliminando gobernadores electos, aboliendo tratados regionales y reduciendo los derechos lingüísticos. Las reformas educativas de 2018 que redujeron la enseñanza de lenguas minoritarias provocaron protestas masivas en Tartaristán y Baskortostán (Bowring, 2010; Zois, 2022). El modelo de multiculturalismo gestionado de Putin, que otorga reconocimiento simbólico pero niega autonomía sustancial, ha reinstaurado el paradigma imperial en el contexto autoritario actual.
Movimientos de Resistencia (Eventos 2024-2025)
Levantamientos en Ucrania y la Federación Rusa
La invasión a gran escala de Ucrania en 2022 catalizó la resistencia nacional y transnacional. Los movimientos partisanos ahora abarcan los territorios ucranianos ocupados, incluyendo Crimea y Donetsk, y se extienden hasta la propia Rusia. Las guerrillas tártaras de Crimea, un ala integral de la resistencia ucraniana, están llevando a cabo ataques coordinados contra la infraestructura logística militar (Reuters, 2025). Al mismo tiempo, las operaciones de sabotaje han aumentado en regiones rusas como Bélgorod y Briansk, desde interrupciones de los servicios ferroviarios hasta ataques incendiarios contra las juntas de reclutamiento (Guardian, 2025).
Estas acciones no son puramente tácticas. Resuenan con las luchas históricas de los pueblos no rusos contra el dominio imperial y reflejan iniciativas de resistencia cultural, como las escuelas ucranianas clandestinas, que están reivindicando su identidad frente a la ocupación.
Resistencia interna en los territorios federales
Ha surgido un nuevo mosaico de resistencia en la Federación Rusa. En Chechenia, operan milicias de emigrantes ucranianos, mientras que la diáspora presiona para que se reconozca la independencia chechena. Moscú mantiene su control mediante una fuerte vigilancia y represión. En Baskortostán, la condena en 2024 del activista Fail Alsynov desencadenó manifestaciones masivas. El Comité de Resistencia Baskir ahora distribuye manifiestos y coordina la desobediencia civil (AP News, 2024). En Buriatia y Tuvá, las protestas contra el reclutamiento y las campañas contra la guerra han cobrado impulso gracias a la Fundación Buriatia Libre, que utiliza las redes sociales para desafiar las narrativas estatales (Interpopulum, 2024). En Sajá (Yakutia), la campaña juvenil «Ni nuestra guerra, ni nuestros diamantes» vincula los problemas ambientales con el sentimiento antibélico, amplificando la resistencia a través de plataformas digitales (Guardian, 2025). Mientras tanto, los tártaros de Crimea, muchos de los cuales se encuentran en el exilio, han creado programas educativos dirigidos por la diáspora y han realizado iniciativas de defensa internacional para preservar su identidad cultural en medio de la represión continua (Reuters, 2025).
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