
Pavlo Baev, politólogo, profesor del Instituto de Estudios para la Paz (Oslo)
Fuente: NV (New Voice) con referencia a la Fundación Jamestown
Dejar impune una operación especial ucraniana tan impresionante claramente no es propio del vengativo Putin.
La magnitud y la naturaleza de la represalia rusa tras el audaz ataque ucraniano contra cuatro bases aéreas rusas el 1 de junio aún no se han revelado por completo. La información oficial rusa sobre las graves pérdidas de bombarderos de largo alcance es prácticamente inexistente, y las explosiones en varios tramos ferroviarios fueron condenadas enérgicamente como actos de «terrorismo».
La censura no ha logrado silenciar a los vociferantes blogueros «patriotas» que condenan la débil protección contra los drones —un elemento clave de la disuasión estratégica— y exigen una represalia devastadora. Nadie se atreve a criticar el fracaso del FSB en frustrar la operación «Telaraña» de Ucrania, preparada y ejecutada con la ayuda de canales internos de Rusia.
El alto mando ruso afirma que el masivo ataque combinado con misiles y drones contra Ucrania, especialmente Kyiv, se llevó a cabo en represalia, ignorando los ataques ucranianos contra las bases aéreas de Engels y Diaghilev. Parece que el plan original era más ambicioso. Sin embargo, tras el ataque del 6 de junio, un regimiento de lanzacohetes Iskander que se dirigía a posiciones de fuego en la región de Bryansk fue alcanzado por un ataque preventivo ucraniano. La «inteligencia militar» rusa sugiere que la alta precisión del ataque podría indicar el primer uso del misil de crucero de largo alcance alemán Taurus KEPD-350.
Incluso los comentaristas más beligerantes reconocen que Rusia tiene pocas opciones contundentes para castigar a Ucrania por la destrucción de activos estratégicos irremplazables, si bien señalan que los últimos bombarderos Tu-160 resultaron ilesos. El debate sobre ataques nucleares está descartado, y los académicos de línea dura, que el año pasado abogan abiertamente por una escalada nuclear en aras de la victoria, ahora se conforman con debatir temas pacíficos como la importancia geopolítica de Siberia. Putin se jactó con entusiasmo del misil balístico de mediano alcance Oreshnik, probándolo contra el río Dnipró el 21 de noviembre de 2024 con seis ojivas de entrenamiento. Sin embargo, no lo ha mencionado en varios meses, lo que podría indicar problemas técnicos con el sistema de armas experimental.
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