
Bogdan Cherniavsky, Director Ejecutivo de la Fundación Ucraniana Americana para la Libertad.
Reprimido por los soviéticos, resucitado por su pueblo: La muerte de Vasyl Stus despertó a Ucrania y, cuarenta años después, su voz aún desafía al imperio de Moscú.
Muerte en las sombras
El 4 de septiembre de 1985, Vasyl Stus —poeta, disidente y la conciencia inquebrantable de Ucrania— fue asesinado en un campo de concentración soviético. Los documentos oficiales catalogaron su muerte como «muerte súbita», pero pocos dudaban de la verdad: Stus fue asesinado por un régimen que temía sus palabras más que a sus armas. Su cuerpo fue enterrado en secreto y su voz fue borrada de la memoria.
Sin embargo, cuatro años después, fue este silencio el que desató la resistencia. En 1989, cuando los restos de Stus fueron enterrados de nuevo en Kiev, decenas de miles de personas marcharon por la capital, portando banderas ucranianas y coreando sus poemas. Lo que las autoridades soviéticas habían intentado enterrar en la oscuridad se convirtió en una procesión de luz: un funeral que se convirtió en un despertar político. Dos años después, Ucrania declaró su independencia.
Ese mismo año, un comité internacional de escritores y académicos nominó a Stus al Premio Nobel de Literatura. La nominación reconocía no un solo poema, sino toda su obra, gran parte de la cual había sido escrita en prisión, confiscada o destruida. Murió antes de que se considerara su nominación, pero su sacrificio le dio un nuevo significado. El Premio Nobel pudo haberle traído honor, pero su martirio fue el premio supremo, santificando su obra y haciéndola más noble que cualquier otro galardón.
Poesía como Resistencia
Los logros literarios de Stus fueron notables. Su obra maestra, Palimpsestos, escrita entre 1971 y 1977, refleja la paradoja de la creatividad bajo censura. El título mismo alude a la superposición de nuevas verdades sobre lo borrado, lo cual representa el retorno del significado desde el silencio. La colección, publicada póstumamente en 1986, se considera una de las cumbres de la literatura ucraniana del siglo XX.
Sus poemas llevan la huella de los muros de una prisión. En “Dios ya ha nacido en mí…”, escrito en aislamiento, Stus imagina cómo la fuerza surge como una divinidad interior. La obra se lee como resiliencia espiritual traducida en forma poética, como la soberanía del alma frente a la tiranía.
Otro poema comienza: “¡Oh, cuántas palabras, como un látigo! / Y todas me pasan, como balas, golpeando, / y todas pasan mi esencia viva, / y solo garabatean, garabatean, garabatean, garabatean”. En estos versos, las palabras, débiles pero heridas, son frágiles pero crueles. Testimonian la perniciosidad de la censura, así como la obstinada persistencia del lenguaje. Stus transformó la fragilidad del lenguaje en la resistencia misma.
Incluso antes del final, se mantuvo desafiante. En sus últimos poemas conocidos desde la prisión, escribió que no temía a la muerte y que no se inclinaría ante sus «terribles jueces». No eran despedidas, sino declaraciones: moriría como un espíritu libre, inquebrantable.
Traición y Retribución
El juicio de Stus en 1980 es infame no solo por su veredicto, sino también por su traición. Su abogado de oficio, Viktor Medvedchuk, se puso abiertamente del lado de la fiscalía. En lugar de defender a su cliente, declaró que la culpabilidad de Stus había sido probada. La sentencia —diez años en un campo de régimen especial y cinco años de exilio— envió a Stus al infame campo de Perm-36, donde murió.
Medvedchuk se convertiría en uno de los colaboradores más cercanos de Vladimir Putin en Ucrania. Durante décadas, fue un conducto para la influencia de Moscú, e incluso Putin se convirtió en el padrino de su hija. Pero la historia ha cambiado. En 2021, Medvedchuk fue acusado de traición; en abril de 2022, durante una invasión rusa a gran escala, fue arrestado por el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) por orden del presidente Volodymyr Zelensky. Ese mismo año, fue intercambiado por prisioneros rusos, y en 2023, se le revocó la ciudadanía. Para 2025, vivía en el exilio, deshonrado y bajo sanciones. El contraste con Stus no podría ser más sorprendente: los colaboradores se desvanecen en el olvido, mientras que el poeta se ha vuelto inmortal.
De la Oscuridad a la Luz
Las autoridades soviéticas enterraron a Stus en secreto, con la esperanza de que su muerte permaneciera en la sombra. Pero en 1989, su nuevo entierro en Kiev trajo al poeta a la luz de la historia. Decenas de miles de personas salieron a las calles, portando banderas ucranianas, coreando sus poemas y convirtiendo el funeral en una marcha de desafío. No fue solo un duelo, sino también una evocación colectiva de la memoria y la conciencia, una declaración de que su sufrimiento pertenecía a toda la nación.
Ese día, los ucranianos reconocieron a Stus como suyo, vinculando su martirio a su futuro. Su asesinato, que se suponía borraría al disidente, se convirtió en un catalizador para la libertad. Dos años después, la Unión Soviética se derrumbó y Ucrania declaró su independencia. Su nuevo entierro no solo fue simbólico, sino también catalizador: su muerte y la valentía que encarnó ayudaron a encender la llama moral que hizo posible la independencia.
Legado Vivo
Hoy, la presencia de Stus se siente en todas partes. Calles y escuelas llevan su nombre. Su rostro figura en sellos y monedas conmemorativas. Sus poemas se estudian en las aulas y son recitados por soldados en el frente. Sus obras, que en su día fueron sacadas clandestinamente de las celdas de prisión, ahora están grabadas en monumentos.
Su mensaje es dolorosamente relevante hoy en día. Así como la Unión Soviética intentó borrarlo, Rusia ahora ataca la identidad de Ucrania con bombas, deportaciones y propaganda. Bibliotecas, teatros e instituciones culturales se encuentran entre los blancos predilectos de Moscú. En esta campaña, la poesía de Stus se convierte no solo en literatura, sino en resistencia viva.
Cuarenta años después
El Premio Nobel, al que Stus fue nominado en 1985, reconoció su grandeza literaria. Su muerte ese mismo año la santificó con sacrificio. Y su legado, que perdura durante cuatro décadas, demuestra que las palabras pueden sobrevivir a los imperios. Los tiranos mueren, los colaboradores huyen, pero los poemas de Vasyl Stus brillan cada vez con más fuerza.
Cuarenta años después, se le recuerda no solo como uno de los más grandes poetas de Ucrania, sino también como uno de los artífices de su independencia. Su silencio en la muerte se convirtió en un rugido en vida. Sus «palabras, como látigos», antaño sacadas a escondidas de las celdas, ahora son testigos vivos de la voluntad de supervivencia de la nación. En 2025, mientras Ucrania sufre un renovado ataque de Moscú contra su propia existencia, Stus habla con más claridad que nunca: la dignidad no puede ser aplastada, la identidad no puede ser borrada, la libertad vale el precio más alto.
Nunca pudo haber habido un «Premio Nobel» más noble. Su premio es la inmortalidad, consagrado en el alma misma de Ucrania.
Fotografía: Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional