
Gabrielius Landsbergis, exministro de Asuntos Exteriores de Lituania
Fuente: Substack
En 1917, tras el hundimiento del buque de pasajeros Lusitania, Estados Unidos finalmente intervino en una guerra que hasta entonces consideraba exclusivamente “europea”. En 1941, la Segunda Guerra Mundial llevaba ya dos años cuando un ataque directo en territorio estadounidense obligó al país a unirse a los Aliados.
En ambos casos, se necesitó un impacto devastador para despertar a una América “dormida” y empujarla a emplear su poder en conflictos que definieron el rumbo del siglo XX.
Hace unos días, la operación ucraniana “Telaraña”, llevada a cabo en lo profundo del territorio enemigo, asestó un golpe sorprendentemente audaz contra Rusia, que muchos blogueros militares rusos calificaron como el “Pearl Harbor” de Rusia. [En este contexto, “Pearl Harbor” se usa como símbolo de un ataque sorpresivo, poderoso y estratégicamente significativo contra un enemigo. Así se denomina el ataque de Japón a la base militar estadounidense de Pearl Harbor en 1941, un evento que sacó a Estados Unidos de su pasividad y lo obligó a entrar en la Segunda Guerra Mundial — nota del editor].
Y es evidente que toda la Federación Rusa está en estado de alerta militar. Sin embargo, hoy, tres años después de que Rusia iniciara el mayor conflicto en Europa desde 1945, Occidente sigue dormido, incapaz o no dispuesto a dar un paso decisivo hacia la victoria de Ucrania.
La agresión de Rusia ha sido descarada, pero si la invasión de Ucrania y los ataques híbridos en territorio de la OTAN no han logrado “despertar” a la Alianza, cabe preguntarse: ¿qué tiene que pasar para que Occidente reaccione?
En la clásica serie de comedia británica Sí, Primer Ministro, un asesor describe un escenario de “táctica del salami”, en el que la Unión Soviética incrementa gradualmente los ataques híbridos y lleva a cabo operaciones especiales, cortando la “salchicha europea” pedazo a pedazo. Estas tácticas confunden tanto la situación que el primer ministro británico comienza a dudar si recurrir a una escalada nuclear… hasta que ya es demasiado tarde. Este episodio ficticio se emitió por primera vez en 1986. Hoy, creo que ya no es ficción.
Imagina: un ciberataque dirigido a un tren de tránsito de Moscú a Kaliningrado. El tren, con ciudadanos rusos, se ve obligado a detenerse en Lituania. El incidente coincide con ejercicios militares ruso-bielorrusos cerca de la frontera lituana.
Las autoridades lituanas responden rápidamente a la situación. La tensión aumenta: los pasajeros rusos del tren afirman estar en peligro.
El presidente de Rusia declara una crisis humanitaria, ordena al ejército “garantizar la seguridad” del tren y proteger a los pasajeros. Las tropas rusas cruzan la frontera.
Lituania resiste. Se escuchan disparos. Rusia afirma que solo está llevando a cabo una operación de rescate y envía más tropas.
Lituania activa el Artículo 5 de la OTAN, pero no todos los países miembros están de acuerdo en que se trate de un ataque. Algunos lo consideran un incidente civil erróneo y exigen más información.
Estados Unidos, buscando mejorar las relaciones con Rusia, se niega a actuar.
Mientras los aliados de Lituania dudan, las tropas rusas avanzan, cubiertas por drones que atacan a las unidades lituanas. Reservistas y formaciones paramilitares luchan valientemente por cada pueblo. Pero, al final, las fuerzas rusas establecen control sobre partes de Lituania. Las tropas de la OTAN estacionadas en el país, temiendo ser rodeadas o capturadas, se retiran a Polonia a la espera de más órdenes. Rusia logra rápidamente la superioridad aérea, bloqueando cualquier suministro por aire. Lituania queda aislada y desprotegida sin una guerra a gran escala contra Rusia. Rusia acusa al gobierno lituano de incumplir sus demandas y ordena su disolución. La independencia de Lituania se desvanece nuevamente bajo la presión de Moscú.
Foto: Shutterstock