
Vitaly Portnikov, reconocido periodista, comentarista político y analista ucraniano, galardonado con el Premio Nacional Shevchenko de Ucrania
Fuente: Portnikov en Facebook
Advertí claramente que si la Federación Rusa declaraba su independencia, esto inevitablemente conduciría a guerras, tanto en su propio territorio como en todo el territorio de la ex Unión Soviética. Desafortunadamente, todas mis predicciones, hechas en 1990-1991, se cumplieron. Porque comprendí que esta guerra civil política interna entre los dos centros de poder rusos no podía terminar bien.
Nadie me escuchó entonces. La Rusia de Yeltsin estaba convencida: lo principal era derrotar al centro de poder de Gorbachov. Lo recuerdo muy bien. Y lo más importante, Rusia estaba segura de que más adelante podría reunir a las ex repúblicas soviéticas bajo el liderazgo de Yeltsin.
El concepto ruso era extremadamente simple: «Ahora debemos deshacernos de estas repúblicas como lastre, implementar las reformas económicas necesarias y luego obligarlas a regresar. No se irán a ninguna parte». Por eso, los rusos crearon la Comunidad de Estados Independientes no como una unión de estados soberanos, sino como una entidad no estatal: un banco común, unas fuerzas armadas comunes, un mando estratégico común, una moneda única; todo «común».
Y cuando se demostró que esto era una ilusión, supuso un verdadero shock civilizatorio para las autoridades y el pueblo rusos.
Una de las primeras víctimas de este shock fue el Estado bielorruso y el pueblo bielorruso. Fueron los primeros, mediante una operación especial para elegir a Alexander Lukashenko como presidente, en regresar a estas estructuras de pseudointegración creadas en la época de Yeltsin.
Estas estructuras nunca fueron concebidas exclusivamente para Bielorrusia. Se suponía que abarcarían a todas las antiguas repúblicas de la URSS.
Pero para restaurar la Unión Soviética, Rusia necesita ante todo a Ucrania. Y lo vemos en la guerra que se libra actualmente en suelo ucraniano. Sin Ucrania, la Federación Rusa no se considera un actor clave en Europa. Restaurar el imperio no es solo una idea para la satisfacción interna. Es una herramienta para ser un actor geopolítico en Europa.
Y debemos ser honestos: Bielorrusia por sí sola no es suficiente para esto. Puede usarse como trampolín para un ataque contra Ucrania. Pero si Ucrania es derrotada, ya puede usarse como trampolín para chantajear a Polonia, Hungría, Eslovaquia, Rumanía y, si pensamos en la región del Mar Negro, también a Bulgaria y Georgia. Esto supera con creces las oportunidades que ofrece el control sobre Bielorrusia. Y son precisamente estas oportunidades en las que Moscú piensa ahora.
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